Lecturas y Evangelio |
[Si no amonestas al malvado, te pediré cuentas de su vida.]
Esto dice el Señor: "A ti, hijo de hombre, te he constituido centinela para la casa de Israel. Cuando escuches una palabra de mi boca, tú se la comunicarás de mi parte.
Si yo pronuncio sentencia de muerte contra un hombre, porque es malvado, y tú no lo amonestas para que se aparte del mal camino, el malvado morirá por su culpa, pero yo te pediré a ti cuentas de su vida.
En cambio, si tú lo amonestas para que deje su mal camino y él no lo deja, morirá por su culpa, pero tú habrás salvado tu vida".
Palabra de Dios.
R. Señor, que no seamos sordos a tu voz.
Vengan, lancemos vivas al Señor, aclamemos al Dios que nos salva. Acerquémonos a él, llenos de júbilo, y démosle gracias. R.
Vengan, y puestos de rodillas, adoremos y bendigamos al Señor, que nos hizo, pues él es nuestro Dios y nosotros, su pueblo, él nuestro pastor y nosotros, sus ovejas. R.
Hagámosle caso al Señor, que nos dice: "No endurezcan su corazón, como el día de la rebelión en el desierto, cuando sus padres dudaron de mí, aunque habían visto mis obras". R.
[Cumplir perfectamente la ley consiste en amar.]
Hermanos: No tengan con nadie otra deuda que la del amor mutuo, porque el que ama al prójimo, ha cumplido ya toda la ley. En efecto, los mandamientos que ordenan:
"No cometerás adulterio, no robarás, no matarás, no darás falso testimonio, no codiciarás"
y todos los otros, se resumen en éste:
"Amarás a tu prójimo como a ti mismo"
Pues quien ama a su prójimo no le causa daño a nadie. Así pues, cumplir perfectamente la ley consiste en amar.
Palabra de Dios.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO
R. Aleluya, aleluya.
Dios reconcilió al mundo consigo, por medio de Cristo, y nos ha encomendado a nosotros el mensaje de la reconciliación.
R. Aleluya.
[Si tu hermano te escucha, lo habrás salvado.]
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
"Si tu hermano comete un pecado, ve y amonéstalo a solas. Si te escucha, habrás salvado a tu hermano".
Si no te hace caso, hazte acompañar de una o dos personas, para que todo lo que se diga conste por boca de dos o tres testigos. Pero si ni así te hace caso, díselo a la comunidad; y si ni a la comunidad le hace caso, apártate de él como de un pagano o de un publicano. Yo les aseguro que todo lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo.
Yo les aseguro también que si dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir algo, sea lo que fuere, mi Padre celestial se lo concederá; pues donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos".
Palabra de Dios
Se dice Credo.
fuente: arquidiocesisgdl
XXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
El Evangelio de hoy forma parte de uno de las discursos más significativos, Mateo se caracteriza por una narración de la actuación de Jesús que viene alentada par una serie de discursos.
En este discurso se contemplan, las normas de comportamiento básicas de una comunidad cristiana: perdón, comprensión, solidaridad.
Hoy aparece específicamente la corrección fraterna, el tema del perdón de las pecados en el seno de la comunidad, y el valor de la oración común.
La corrección fraterna es muy importante, porque todos somos pecadores, y tenemos un cierto derecho a nuestra intimidad.
Pero se trata de pecados graves que afectan a la comunión, y para ello se debe seguir una práctica de advertencia, amonestación, con necesidad de testigos, para que nadie sea expulsado de la comunidad sin una verdadera pedagogía de caridad y de comprensión. Pues es en la comunidad donde tiene todo sentido el perd6n de los pecados.
Eso exige dar oportunidades, a todos para su conversión y ofrecer a las que se han equivocado e incluso ofendido a la comunidad, la oportunidad nueva de integrarse solidaria y fraternalmente en ella.
Jesús da el modelo para corregir aquellos que, siendo de las nuestros, se han apartado del camino, par experiencia sé que la corrección fraterna nunca es fácil, hay que encontrar la forma de conjugar el amor fraterno con la sensibilidad necesaria para ayudar sin ofender.
Darse el tiempo suficiente, apoyados en la Palabra de Dios, para dar un empujón al hermano en la dirección adecuada, esto exige la humildad par ambas partes; el que corrige, porque sabe que él tampoco es perfecta, y el corregido, para dejarse iluminar para las personas que están cerca y ven lo que puedes hacer mejor.
De la misma manera, el Evangelio nos señala que la oración comun enriquece sobremanera nuestra oración personal, eso no excluye la necesidad que tengamos experiencias de perdón y de oración personales, pero hay más sentido cuando todo ello se integra en la comunidad, que realmente hagamos vida el Evangelio de Cristo en ayudar a nuestros prójimos.
XXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
En el Evangelio que meditamos el domingo anterior, escuchamos la confesión entusiasta de Simón Pedro quien, en nombre de sus compañeros, reconocía a Jesús como Mesías e Hijo de Dios. Esta confesión le mereció el reconocimiento de su Maestro, quien lo constituyó en piedra o fundamento de su proyecto apostólico.
Ahora, en este relato Jesús participa a sus discípulos de lo que le sucederá una vez que entre en Jerusalén. Les habla de su próximo futuro con crudeza. Jesús quiere que sus discípulos tengan claridad de su misión Mesiánica; él cambiará el destino de la humanidad, no mediante un poder político, sino pasando por la cruz. Y los invita a participar en su proyecto de salvación exhortándolos a que lo sigan.
Analicemos tres pequeñas escenas, claramente diferenciadas: empieza con el anuncio de su pasión, continúa con la reacción de Pedro y termina con una instrucción a los discípulos sobre lo que significa seguirlo.
Que el anuncio que hace Jesús de su pasión sea un estímulo para tomar en serio nuestra fe; seguir a Jesús es mucho más que ser un fan o un seguidor en redes sociales. Seguirlo exige un compromiso de vida: buscar continuamente la voluntad del Padre a través de nuestra vida diaria, cultivar una vida de oración que nos permita manifestar a Dios todo lo que sucede en nuestra vida y crear el silencio para que Él se manifieste, preocuparse por los excluidos de la sociedad y establecer relaciones interpersonales en el respeto, la justicia y el amor.
Padre Victor Peña
Domingo XX del Tiempo Ordinario
20 de agosto de 2023
Mt 15, 21-28
El evangelio de hoy nos habla de la mujer cananea que pide a Cristo la auxilie con su hija que está poseída por un demonio. Es una mujer extranjera; Jesús y sus discípulos se encuentran en territorio extranjero. Es importante el contexto, porque la enseñanza de Jesús depende de ello. “Yo no he sido enviado sino a las ovejas descarriadas de la casa de Israel”.
Debemos recordar que Cristo está cumpliendo el proyecto de Dios, un proyecto que Dios ha diseñado para que a través del pueblo de Israel se pueda manifestar la Revelación y la Redención del género humano. Por lo tanto, lo que deba suceder con Jesús, debe suceder primero dentro de la Casa de Israel, para que se comprenda lo que está sucediendo con Jesús. Y más que lo que fuera un suceso, es más bien entender quién es ese Jesús de Nazaret. Ya que, fuera del contexto de la historia de la Salvación, quizás no se llegaría a poder comprender la persona de Jesús.
Por lo tanto, este diálogo tiene dos finalidades: reconocer el proyecto de Dios y reconocer la identidad de Cristo. Mientras no se reconozca el proyecto de Dios y la identidad de Cristo, entonces no pueden suceder los milagros.
Ante los gritos de la mujer, al principio, Jesús responde con un silencio absoluto. Son los discípulos, que son parte de la casa de Israel, quienes intervienen. Es entonces que Jesús comienza a entrar en acción. Al escuchar la sentencia de Jesús de atender primero a la casa de Israel, la mujer no se rinde, sino que se atreve a ir más íntimamente con Jesús: si ella ya lo había reconocido como “Hijo de David”, y él se acaba de nombrar como Mesías de la casa de Israel (hijos de David), la mujer reconoce que le está hablando a la persona correcta, y corre a sus pies y pide socorro.
Es entonces que comienza la mujer a hablar el mismo idioma de Jesús, lo reconoce como Mesías y reconoce el proyecto de Dios. Y, ante la frase de Jesús, ella comprende que Cristo le está pidiendo permanecer en esa misma fe y profundizar en ella. “No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos”, debe entenderse de la siguiente manera: “El proyecto de Dios y su Mesías debe pasar primero por la Casa de Israel, por ello no se pueden quitar los signos y la revelación de ese contexto, pues corre el peligro de malinterpretarse mi Persona y mi Misión”. La mujer entiende esto y así como Jesús se identificó con ella, ella entonces se identifica adecuadamente con este proyecto de Dios. La respuesta de la mujer podría interpretarse así:
“Es cierto Señor, te reconozco y comprendo lo que dices, sin embargo, yo que soy un habitante de la misma casa común donde se está desarrollando el proyecto de Dios, soy un ser humano, pero no pertenezco al pueblo judío, no me hagas el favor por ser judía, sino porque te estoy reconociendo a Ti como Salvador, y a mí como una persona humana que necesita tu ayuda, y sé que puedes dármela, aunque no sea de la misma manera que a la casa de Israel. Necesita una ayuda que venga de Ti, porque comprendo que después de Israel, también me salvarás a mí”.
Con esta respuesta, la mujer ha logrado comprender que los favores de Dios no se dan de manera particular, exclusiva y acomodados a lo que yo estoy pidiendo. Sino que los favores de Dios se dan dentro de su proyecto, al cual estamos todos llamados a participar según ese proyecto. No somos nosotros los diseñadores, es Dios. En la medida en que yo me sume al proyecto de Dios, entonces comprenderé cuál es mi identidad en ese proyecto y cuál es la identidad de Cristo.
La misión de Jesús no es adaptarse a nuestra condición y vivir en nuestro pecado, sino que es recordarnos que la naturaleza humana está hecha a su imagen y semejanza, y viene a sacarnos del pecado para poder vivir nuevamente en la libertad de los hijos de Dios. Es ahí donde encontraremos milagros. Si queremos que Dios cumpla nuestros caprichos, entonces sólo encontraremos silencio por parte de Dios.
Padre Enrique de Colsa
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